martes, 15 de junio de 2010

Entradas triunfales y salidas a là Tarantino

Cuando crees que ya no hay más vueltas que darle al guión, van los hados y te cuelan en la historia un nuevo personaje. Un personaje apasionante que crees que va a trastornarte el argumento sin remedio, sin piedad.
Un personaje cargado de drama y contradicciones, de esos a los que sabes que no conviene acercarse, pero que dan tanto juego que son casi irresistibles...
Un personaje con toda una historia detrás - tormentosa, tortuosa, tentadora y todas esas cosas con 't'.
Aparece y, durante más capítulos de los que quisieras pero, a la larga, menos de los que esperabas, toda la trama gira en torno a él. Y te enamora y ríes y lloras y te vuelves loca y te desesperas y prevés que la -fatídica- catarsis será TOTAL.
Pero entonces, como si tu personaje hubiera decidido tomarse una caña justo en el recóndito bar de la Alemania hitleriana en que los malditos bastardos juegan al personaje, los mismos hados lo liquidan antes de que te de tiempo a descubrir todo lo que ocultaban sus -hipnóticamente neuróticos- ojos azules.
Y sólo pueden pasar dos cosas: que la pregunta se vuelva tan grande que acabe por eclipsar al personaje y todo lo que en realidad 'fue' pierda importancia frente a 'lo que pudo ser' o que, sin más, pasados unos minutos sólo te quede una vaga sensación de vacío y un recuerdo a medio borrar.
Mi último personaje se tomó un par de tercios en ese bar. A veces, incluso me cuesta recordar en qué momento se cayó del guión...

2 comentarios:

Tiny dancer dijo...

el que sea capaz de descubrir por qué los personajes con T son los que más nos atraen, merecerá un Nobel.

Tiny dancer dijo...

vuelveeeeee