sábado, 27 de diciembre de 2008

Encendida

Entró en el lugar como alma que lleva el diablo. Su pelo encrespado, frío como el aire de la calle, se le empezó a posar suavemente sobre la espalda mientras la puerta se cerraba tras ella. Pero su recia mirada no descansaba.

Encendida; la rabia retorcía su cuerpo, su alma y su impecable vestido blanco. Su brazo derecho colgaba casi inerte; como si el viejo revólver que sujetaba pesase una tonelada.

La sala estaba vacía. Recorrió el amplio pasillo flanqueado por hileras de bancos - todos adornados con flores y lazos. Flores y lazos que no ve. Flores y lazos que no importan, que no significan. Nada. -- Los tacones de sus hermosos zapatos repicaron sobre el suelo de mármol blanco. Avanzó con paso firme y decidido. Hasta que el pasillo se acabó.

Levantó el arma ayudándose de ambas manos. Sus brazos temblaban entre la rabia y el miedo. Miedo por saber que lo iba a hacer. Miedo por saber que nada la podía parar. Ya no.

Disparó.
Un tiro limpio, directo a la frente de la estatua que la miraba compasiva desde lo alto del altar.
La cerámica estalló en mil pedazos, pero aún la escultura le tendía una inclemente palma abierta desde su pedestal.

Alzó la mano izquierda en gesto de despedida y con la derecha apretó el cañón del arma contra su pecho. Un segundo disparo le desgarró de lado a lado el corazón. Las piernas le flaquearon y cayó al suelo.
Se hizo el silencio.
Un silencio asesino.

La sangre comenzó a dibujar la tibia silueta de un corazón sobre el frío suelo insensible. Su vestido se teñía poco a poco de un hermoso color escarlata. Parecía un traje de fiesta. Radiante.

Desde la ornada cúpula de la sala, un pequeño demonio la señalaba travieso con el dedo, dedicándole una media sonrisa de satisfacción. Pensó que esa sería la última imagen en su retina. Pero el sol se coló de pronto por las cristaleras dibujando un poderoso haz de luz. Una paloma blanca sobrevoló la escena. Ella sólo pudo sonreír ante la ironía de la situación. Luego rompió a reir, casi histriónicamente; hasta que no pudo reír más.

Entonces cerró los ojos y ya no hubo nada.
Entonces, llegó la paz --
y ella se apagó.

1 comentario:

dijo...

a ver mona, claro q m conoces! si soy transparente cual agua cristalina!!! jajajaja
no sabia q lo seguias utilizandooo y no m acordaba del nombre!! xo encontrada estás! :D
yo tmpc leo nada ahora, q dormi pial d horas d siesta y ando fatal jajajaja xo un dia m pondré a fondo :D
un bso amorin! loveya!