domingo, 21 de diciembre de 2008

Al sur


Alzó sus manos húmedas al viento y éste le indicó que soplaba hacia el sur. ¡Valiosa información! Sobre todo cuando una quiere dejarse llevar. Y eso que, a pesar de la pasividad de la expresión, "dejarse llevar" no es nada fácil -ni mucho menos pasivo.

Hacia el sur... mmm... interesante. Pero ¿cuán profundo en el sur?

Revisó la geografía de su corazón a ver dónde se habían instalado algunos de sus pedacitos. Encontró uno bien grande en Madrid, pegado a las altas paredes de una acogedora casa decimonónica. Por el resto de la ciudad se esparcían partículas que dibujaban olas de sombreado, más difusas aquí que allí, pero carentes de cualquier lógica geométrica.

Aún más al sur encontró, en un pueblecito de Jaén, un enorme pedazo de corazón, sólo comparable a los que un poquito más abajo, en Granada, le miráron a los ojos dibujándole una sonrisa. Aún una sonrisa triste; pero una sonrisa al fin y al cabo.

Al bajar todavía más, se dio de morros con el mar. Y ya no supo qué hacer, porque ¡aún quedaban tantas preguntas sin respuesta!

Entonces decidió retroceder. Volvió hacia el norte, que la marca como a ganado en cada fonema, cada expresión, cada gesto y cada sentimiento. Sin olvidar nunca el sur. Con intención de volver. Pero mirando, otra vez, con la misma mirada cálida que sólo existe para derretir el frío y sólo derrite el corazón. Se dio cuenta de que algún día perdería esa mirada, lo sabe con certeza. Y sabe exactamente cuándo y cómo. Ya ha perdido gran parte de la magia que la envolvía. Igual que una gran parte de su corazón, voló con el viento al sur, como las aves migratorias. Otra gran parte se murió -como las aves migratorias y las que no lo son y las que no son aves. Se murió con su inocencia y su paciencia y tantas otras cosas que ya ni echa de menos.

Cada día intenta darle calor al corazón. Pero cada día su mirada es más fría. Y más fría. Y cada día, a pesar de los esfuerzos, el maldito invierno frustra sus planes.

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