viernes, 28 de noviembre de 2008

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Y se quedó allí, mirándole de frente, mientras el viento se llevaba sus pedazos poco a poco. Primero sólo el polvo de la superficie, luego el resto de los restos que quedaban. Aún. Hasta que sólo hubo la negra pared del horizonte y nada más. El vacío. Y nada más.

Al principio se preguntó entre lágrimas dónde irían a parar todos esos pedazos, todo lo que fue. Hasta que se dio cuenta de que nunca encontraría una respuesta.

Al principio se quedó mirando la pared inmóvil, imperturbable que le gritaba desde su negrura que todo era igual, que todo seguía igual pero ella estaba fuera. Ya estaba fuera y sólo miraba. Miraba sin ver.

Al principio la negrura la envolvió. La pregunta la envolvió. Las dudas y los miedos mantuvieron su lengua helada, petrificada, inerte. Sólo escuchaba las profundas voces oscuras que la ataban y la confundían. La traicionaban. Eran lo único que conocía, desde que se fueron los pedazos ante la nada. Cada uno por su lado -por mucho que la pared se empeñase en ocultarlo. Cada uno a algún olvido, pero no al mismo. Sin volver a formar jamás lo que ella conociera. Ni uno solo de los pedazos se apiadó de su dolor.

Pasó mucho tiempo - y pasará siempre - hasta que se movió. Decidió peleár y peleó. Sufrió, sangró, sudó, lloró, gritó, lloró... volvió a llorar! Y muchas fueron las manos que recogieron sus lágrimas. Algunas que esperaba no estaban allí. Otras aparecieron contra todo pronóstico. Otras amenazan con irse, y la herida no ha sanado. Aún.

Pero ya no está inmóvil. Ya no. Aunque duela cada paso. Cada uno. Y dolerá siempre.

Hay esperanza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

claro que hay esperanza...la hubo para mí, la hay para tí, la habrá para otros...de "eso", bien lo sabes, no muere nadie...y tú eres todavía más fuerte.

PD: y además, estás tremenda!