lunes, 12 de abril de 2010

Microvidas II

Parecía que el semáforo tardaba una eternidad en ponerse en verde y eso le angustiaba. Le angustiaba porque sabía que, cuando por fin lo hiciera, el camino al otro lado también iba a ser una eternidad. Una eternidad entre él y una simple barra de pan. Y eso le creaba un tremendo sentimiento de culpa hacia los conductores, que tendrían que esperar impacientes a que el viejo cruzase de una maldita vez.
Se moría de ganas de quitarse el mal trago de en medio.
Por fin se abrió la veda y cruzó, rodeado de veloces transeuntes ocupados en sus atareadas vidas; hablando por el móvil o andando al ritmo de la música en sus cascos. Cruzó todo lo rápido que le permitieron sus lentos pies de tortuga vieja.
Al llegar al otro lado, entre pitidos, se le olvidó qué hacía allí y tuvo que pararse un rato a pensar. Por fin se acordó... ¡el pan!.
Entró a la panadería y la tendera le sirvió la mejor barra, como siempre, entre sonrisas. Él le contó uno de sus viejos y mejores chistes y ella le regaló un bollito de queso como premio.
El tibio olor del local, la sonrisa de la tendera y el bollito le hicieron intensamente feliz. Pero al salir a la calle se dio cuenta de que tenía que volver a cruzar y deseó, como hacía cuando era pequeño, poder quedarse a vivir entre bollos.

2 comentarios:

BULSARA dijo...

No volveré a leer tu blog en el periódico porque lo último que me falta es estallar en llanto delante del jefe. Eres buenísima, pequeña ;)
Azu.

Coverdale es Dios dijo...

jaja estaba pensando: "quién será el/la grande que me firma con mi amado Mercury" No podía ser otra :)
tú sí que eres buena!!
Prometo entradas que te hagan reir en un futuro próximo!