miércoles, 1 de septiembre de 2010

Arrastro...

Pintaban bastos.

Tenía una mano de esas que pueden ser muy buenas o muy malas. Pero era optimista y, entre el índice y el pulgar, acariciaba un as pensando: esta vez sí.
Me giré y le miré. Sonreía, cómplice del mismo delito de quererlo todo y quererlo ya. Adicto al juego, como yo.

Le acaricié el antebrazo para llamar su atención y, sin pensármelo dos veces, le enseñé mi mano.
Él me ayudaría. Él me haría ganar. Me diría qué hacer. Jugaría sus cartas teniendo en cuenta las mías.

Pero entonces una sombra cruzó sus ojos verdes. El resto de la mesa le miraba, acusándole. O eso pensaba...
Arrastró y me arrastró. Destrozó mi baza...

Perdí. Él también perdió. Alguien ganó, pero eso ya no importaba...
Me levanté y me fui. No había nada que explicar.

Y volvería apostarlo todo a su sonrisa, cien veces más, con la peor de las manos.
Volvería a perder...

1 comentario:

Tiny dancer dijo...

Una vez más, el refranero (o lo que sea) popular es sabio y nos indica que "el que no arriesga no gana". Además, si te fijas, no nos indica lo que vamos a ganar... No tiene por qué ser lo que queremos, pero arriesgando ganamos muchas cosas que si nos hubiéramos quedados cómodos en nuestro rincón nos habríamos perdido (sabiduría, experiencia... porque aprender de los errores también es una forma de ganar).
Respecto al enlace, los lunes, miércoles, viernes y domingos pienso que es la canción más tristemente realista y devastadora que jamás se haya escrito; los martes, jueves y sábados suelo pensar que algún día le demostraré al canalla de Úbeda que a veces ni siquiera el agua es capaz de apagar el fuego :)