jueves, 1 de octubre de 2009

Fronteras, líneas, divisiones...

Cogió escuadra y cartabón y se dispuso a marcar los límites.
No tendrían un sólo punto débil. Líneas rectas perfectas, inamovibles. Tinta sobre papel. Imborrables.

Se sentó cavilando con la regla en la mano, dándose pequeños golpecitos en la rodilla... ¡Claro!, también necesitaba una longitud "x", calculada con esmero, para que no se le escapase nada. Tenía que ser un trabajo impoluto. Planeado, desarrollado y realizado con precisión milimétrica. Pura tecnología. Nada de artificios.

En sus planos comenzó por una lista. ¿Qué necesitaba separar? La simpatía de la amistad, el deseo del amor, la sinceridad del engaño, el esfuerzo rentable del vano, la justicia de la intolerancia...

Se pasó horas pensando y escribiendo. La lista daba vuelta a dos caras del blanco folio con encabezado azul celeste que había posado sobre su escritorio. Iba a ser un trabajo duro, de esos que ocupan toda una vida...

Se dispuso a materializar sus planos apoyándose en las firmes herramientas de plástico verde.
El esfuerzo le hizo sudar porque las líneas, una vez escapaban la punta de su rotring, se volvían indomables. Algunas dibujaban sinuosas curvas y se agitaban seductoras con la cadencia de un reptil. Otras se volvían invisibles a placer, paseándose por todas las tonalidades de gris habidas y por haber. Otras, símplemente, se plantaban verticales y testarudas, como postes telefónicos.

Pasaban las horas y los días, y su lienzo se asemejaba más al garabato de un niño que la precisa obra de ingeniería que había diseñado. Ya rozaba la desesperación cuando por fin decidió soltar el rotring y abandonar sus laboriosos planes. Se prometió no volver a derrochar semejante esfuerzo en tareas que le superaban.

Cual sería su sorpresa cuando, ante la perspectiva de una vida sin límites, su traidora herramienta de dibujo se alzó para trazar, con ayuda de sus labios, una hermosa sonrisa sobre su rostro.

Quién le iba a decir que no faltan las veces en que los finales que no planeas se disfrazan de fracaso para luego traer consigo las etapas más dulces. Etapas de esas que llenan una y muchas vidas. Etapas de esas que nos hacen, o eso dicen, madurar.






3 comentarios:

Tiny dancer dijo...

Ya lo decía Meredith Gray (sí, ya sé que no es un ejemplo de filosofía profunda, pero tiene toda la razón):

“No one believes their life is going to turn out just kind of ok. We all think we’re going to be great, and we feel a little bit robbed when our expectations aren’t met; but sometimes our expectations sell us short. Sometimes the expected simply pales in comparison to the unexpected. You gotta wonder why we cling to our expectations; because the expected is just what keeps us steady, standing still. The expected is just the beginning; the unexpected is what changes our lives.”

Y es que por muchos planes que hagamos, por muchas veces que nos empeñemos en decir: "esto será así o asá", luego las fronteras no las dibujamos nosotros, sino que se dibujan solas a medida que caminamos. Si no, ¿te crees tú que yo estaría viviendo en Alicante?

LiZ dijo...

Me ENCANTA absolutamente el nuevo look de tu blog. Y me ha encantado de igual manera esta última entrada.
(por cierto, la foto de Granada deja a las demás a la altura del betún, pocheira!)

Tiny dancer dijo...

Ejem... La foto de Llanes es preciosa, lo siento por Granada ;)