jueves, 16 de julio de 2009

Dicen... digo...

La incertidumbre, dicen, es peor que cualquier tipo de certeza. Pero yo nunca sé juzgar si es peor que la certeza de haberse equivocado, o la certeza de que las cosas salieron exactamente como no deberían - o como tú no deseabas.

Para mi los errores son la sombra del vivir. Los errores que cada noche, al acostarme, recreo en mi mente una y otra vez, ideando cien maneras de subsanarlos, imaginando qué hubiera pasado si todo hubiese salido "bien" y generando en mi misma, necesariamente, una tremenda tortícolis emocional...

No se puede vivir mirando hacia atrás. Y esto es tan cierto como inevitable es pensar "y si...", "o si..." ¿Será el gran error del ser humano no poder vivir nunca el presente condicionado, como está, por el poder de su propia memoria?

Pero a la vez hay tantas cosas que no quieres olvidar y se esfuman... Esa mirada, ese perfume, ese roce que te eriza la piel y te acelera el corazón, esa lágrima derramada de pura alegría, esa incapacidad para respirar nada que no sea suyo, el olor de esa ciudad, esa sonrisa amistosa de la gente que amas, esa voz, ese susurro, ese abrazo que no quieres romper, un abrazo de ocho brazos - ¡o más! - el sabor de aquel beso y de ese postre de fresa... Los nervios, la pasión, el calor, la alegría de ese momento, y de tantos otros más...

Y te acuestas por la noche deseando soñarlo todo, sabiendo que sólo el sueño inconsciente recupera vivamente todo lo que se ha ido y no volverá ya más. Todo lo que se repetirá pero nunca será lo mismo. Porque el encanto y el drama de esta vida fugaz es que todo pasa una vez. Una y nada más.

Y te levantas sobresaltada porque has soñado que te perseguía un lobo, que te atacaba una bruja, que se moría tu abuela, que corrías pero no avanzabas, que estabas desnuda en medio de la calle... ¡Maldito traidor en mi propia cabeza!

Y te propones recuperar las oportunidades perdidas. Y arriesgarte la próxima vez. Y no preguntarte qué hubiera pasado si te hubieses atrevido. Pero el miedo al dolor te asusta y la incertidumbre lleva tanto tiempo contigo que ya estás acostumbrada. Y el ser humano es un animal de costumbres. ¡Maldito imbécil!

No hay comentarios: