lunes, 11 de mayo de 2009

Chocolate


Cruzó la estación una chica que iba comiéndose un Magnum. ¡Vaya pinta! De esos de chocolate con leche que tienen trocitos de almendra y son de helado de vainilla. Mmm...


Llovía, pero no hacía frío. El sol hacía acto de presencia como buenamente podía, colando algunos rayos rebeldes entre las nubes grises. Hacía que resultase molesto abrir demasiado los ojos...

Había sido un mal día. De esos en los que hubiera sido mejor no salir de la cama. De esos que hacía tiempo que no tenía.

Sin pensárselo dos veces mandó al diablo la operación bikini, los kilos de más y los de menos, las faldas y los pantalones ajustados... y se lanzó hacia el kiosco como alma que lleva el diablo, decidida a caer en la tentación antes de que se le escapase el bus de las 6.

Un bombón y un kinder bueno. Ni siquiera lo tuvo que pensar. Parecía una realidad aplastante que eso era exactamente lo que su cuerpo necesitaba en ese momento. Ninguna otra delicia de las allí presentes llamaba su atención, ni despertaba su curiosidad, siquiera lejanamente. Sabía lo que quería y lo cogió. Sin más.

Se sentó en el autobús con la chocolatina en el bolsillo; el bombón ya había pasado a mejor vida... Se apoyó en la ventanilla a ver como dios -o quienquiera que sea- mojaba el mundo sin clemencia, sin importarle si la gente quería ser mojada o no. ¡Qué gran gesto de poder! Y se paró a reflexionar acerca de la inevitabilidad de las cosas. Acerca de las cosas que se pueden cambiar y las cosas que intentas cambiar y se quedan en un intento.

Afuera llovía y llovía y los coches lanzaban el agua a un lado y al otro con sus limpiaparabrisas. Un buen ejemplo de intento. Nadie escapa a la lluvia... Por mucho que nos refugiemos siempre hay una gota que se cuela furtivamente en nuestro microcosmos y se aposenta en nuestra ropa, o en nuestros zapatos, o en nuestro pelo... o resbala por nuestra mejilla y significa más de lo que dicen muchas palabras.

Y siguió pensando mientras el autobús temblaba bajo sus pies; con el dulce sabor del chocolate en la boca, derritiéndose poco a poco. La chocolatina se acabó y el suave calor de los sillones y la tenue humedad en su gabardina le trajeron recuerdos que no podía concretar.

Poco a poco se fue quedando dormida. Y al despertarse se dio cuenta de que era un poquito más feliz.

No hay comentarios: